Llevo una temporada poniendo a prueba mi capacidad de gestión, y la verdad es que considero que hasta la fecha he conseguido demostrar una verdadera y titánica voluntad para esquivar los avatares del mercado. En verdad me siento algo cansado, para qué nos vamos a engañar, esta situación es realmente compleja y muy dura. Aunque a veces me pregunto cómo le está yendo a los demás, la verdad es que imagino “cómo” les tiene que estar yendo, y aunque aquello de “mal de muchos, consuelo de tontos” nunca ha sido filosofía mía, empiezo a ver con fastidio todo esto (y de ahí que escriba, jejeje).
Pues, como comentaba en algún post anterior, durante todo el 2016 (conocido como “el año de mierda”) hemos tenido que esquivar y saltar de todo con la idea de seguir caminando sin mayor problema. Un año donde 8 de cada 10 proyectos se congelaron, se detuvieron, se anularon, y donde al menos podemos vivir con la “tranquilidad” de no haberlos perdido contra alguien más, sino que simplemente no salieron. Un año complicado en proyectos, donde se sumó la incapacidad por lograr que muchos de nuestros clientes nos pagarán como se debe. Un año donde se nos juntó una bola enorme de “por cobrar” y donde lastimosamente la han ido pagando todos a cuenta gotas. Situación que no me permite mover cómodamente las cosas, porque en realidad te han hecho pedazos el flujo de caja, y todo pasa a ser una suerte de “albur” en el mercado. Un año duro, vamos.
Hace unos días estaba sentado pensando en qué más hacer. Empecé a indagar “en qué anda la gente”, y me encontré que uno de nuestros clientes está a punto de cerrar sus puertas después de décadas en el mercado, y por un problema de impagos. Es decir, no es capaz de cobrarle a sus clientes, empresas aún más grandes, metidas de cabeza en esta historia de corrupción y demás movidas raras. Al parecer a quienes deben cobrarles, les han bloqueado las cuentas. Jodida la cosa. Han empezado a dejar de pagar sueldos, y con eso ha iniciado el principio del fin. Una verdadera pena. Aunque cada día estoy más convencido de tener que tomar otras acciones contra estos desconsiderados.
Estuve viendo también qué más hacer para cambiar esta situación, pero lastimosamente me encuentro algo atado de manos. Mis clientes nos pagan -a excepción de muy poquitos- como les da la gana o como “buenamente” pueden. Hemos llegado al punto de ver cómo nos pagan cual “propina”, donde deben pagarte, por ejemplo 100, y te pagan 5. Situaciones algo rocambolescas, ya que son empresas que igual ves que no están pasándolo mal económicamente hablando. Es lo que podemos decir “una falta total de vergüenza”. Como le decía a un colega, yo es que no me puedo dar el lujo de vender mis “activos no estratégicos” para poder autofinanciar mi operación frente a una situación económica adversa. No puedo por varios motivos, uno de ellos es que pertenezco al 99% del tejido empresarial peruano catalogado como pequeña y mediana empresa, y no de aquel grupo que se reparte el país como quien se reparte una tarta. La verdad es que solo espero ver cambios en ese sentido, y que cada uno reciba lo que merece.
¿Qué me preocupa?, me preocupa mi gente. En lo personal no siento mayor preocupación por mí, ni por mi familia, ya que finalmente yo aún soy una suerte de “activo valioso”, y aunque podría “dejar de sufrir” rápidamente, aceptando alguna oferta de las que tengo sobre la mesa, prefiero seguir adelante con mis iniciativas. Soy feliz en medio de toda esta locura, sin duda. Pero me preocupa mi gente, y cuando hablo de mi gente no solo hablo del personal que trabaja conmigo, hablo de también de mis proveedores y de todos los que de una u otra manera cuentan con nosotros. Es una situación jodida y poco alegre realmente. Le doy vueltas a las cosas, y no veo una salida rápida; con lo cual solo queda seguir en la lucha mientras que el cuerpo aguante, como se dice, jejeje.
Curiosidades varias, hace algunas semanas nos llegó una carta donde nos decían que ya no seriamos considerados una microempresa, sino que pasábamos al nivel de pequeña empresa en línea con nuestro nivel de facturación, el cual contra todo pronóstico creció durante el 2016; aunque tal y como lo comentaba en algún post anterior, creció, pero tuvimos que asumir la caída en los negocios de otra de nuestras unidades. Digamos que todo quedó en “lo comido por lo servido”. ¿Es frustrante? Desde luego. Desesperante diría yo. No es sencillo ni fácil, ni mucho menos algo con lo que sentirse cómodo.
Recuerdo a mis profesores hablando de los ciclos económicos, y de la gestión y previsión del flujo, y demás historias que, aunque aprendí muy bien, no había tenido que enfrentar en esta dimensión nunca. Viendo las cosas en positivo, diré que me estoy nutriendo de una serie de experiencias notables, y que, dentro de mi función de director general, estoy haciendo de todo para sacar adelante todo lo que depende de mí. En algún post anterior comentaba que esto de ser emprendedor se centra en un tema artístico. Debes ser artista para tener tantas ideas e inspiración suficiente como para no dejarte caer.
Por otro lado, veo con gratitud todo esto que me ocurre porque, desde luego, al momento que toda esta tormenta pase, seré mil veces más sabio y experimentado, y todo eso servirá para el beneficio no solo personal, sino de todos mis clientes y amigos. Soy de esas personas a las que les encanta compartir sus experiencias (las buenas y las malas), y que me jacto más de las malas que de las buenas, ya que como decía un buen amigo “el único que no se equivoca es aquel que no hace ni arriesga nada”. En ese sentido, soy un artista; y uno de infatigable tesón y con una voluntad que ha desesperado a muchos a lo largo de mi vida.
Me resisto a renunciar a mis principios. En estos últimos meses, he visto a algunos que consideraba amigos, traicionar sus principios, patear el tablero, venderse al mejor postor, engañar clientes, y dejarse envolver por oportunidades poco decorosas. Lo he visto, lo veo y, con mucha pena. Creo que lo seguiré viendo. De alguna manera sé que es parte de “la selección natural”. Finalmente, cuando todo esto termine, quedarán pocos barquitos en el agua, tal y como en aquella escena de Forrest Gump, donde tras la tormenta solo quedaba su barco y pocos otros.
Creo firmemente que todo pasa por algo, y que esta “limpieza” servirá para algo. No sé, quizás para eliminar a quienes no merecen seguir en este mercado, para evidenciar falsas amistades, para dejar claro quién está contigo y quién no lo está; pero sin dudas tengo que reconocer que a mis 37 años he vivido mil aventuras, y que este es un año muy especial para mí, en donde sin duda todo empezará a mejorar y a dejar no solo experiencias sino el camino más claro para los próximos años. Esto de ser emprendedor es alucinante, y aunque muchos creen que es una locura renunciar a algo “seguro” y “cómodo”, sigo pensando -aún con todo lo que estoy pasando- que es lo mejor que podría estar viviendo. Ni con el mejor profesor, ni con la mejor sesión de “método del caso” se aprende esto. Es una gestión empresarial en tiempos de crisis, con limitaciones de contexto y alto riesgo operativo, vivida en 4D (jejeje). Luego seguramente daré charlas para contar cómo optimicé mis servicios y cómo estos sirvieron para afrontar todo esto; porque como bien sabes, mis empresas y yo, seguimos vigentes y adelante.
Si estás en una situación como la mía, te aconsejo no desfallecer. Verás que prontito todo mejorará, y si no, pues siempre quedará la experiencia para empezar de nuevo con más sabiduría, mejores amigos y menos riesgos.
¡¡¡Que tengas un gran día!!!