…Y qué tal, ¿cómo va eso de ser emprendedor? ¿ya te cansaste?

Me levantaba esta mañana cerca de las 4:30 a.m., y pensaba en lo complicada que es la vida y en lo cansado que ando últimamente. A todo esto, le acompaña un dolor de garganta bestial que me ha llevado a postergar algunas de las clases que brindo. No me suele ocurrir, pero en esta ocasión creo que le he exigido mucho a “la herramienta”. Durante el último mes y medio he trabajado de lunes a domingo sin parar, incluyendo un viaje a España durante 10 días para temas personales, que tampoco es que me dejen mucho rato para reposar. Cambios bruscos de temperatura, subidas y bajadas de avión, cambios horarios, y jornadas interminables; han hecho lo suyo. Está claro que no soy de piedra, suelo decir, pero en lo personal sigo intentando hacer más con el tiempo que dispongo. Eso de las 24 horas al día es un crimen. Muy poco, jejeje.

Pensaba pues esta mañana ¡Necesito vacaciones!, y luego recordé que tengo muchas otras cosas que hacer y que, además, quiero hacer. No sé. Creo que las vacaciones siempre pueden tomarse en otro momento. Hay gente que lo ve como algo prioritario en su vida, precisamente yo no soy uno de ellos. Conozco gente que deja todo de lado y sale desesperado a tomar vacaciones. Enhorabuena por ellos. Yo sencillamente no puedo. Ahora bien, ¿por qué no puedo? Pues porque mi vida no lo permite, mis responsabilidades no lo permiten, y en gran medida porque no quiero, jejeje. Para mí el término “vacaciones” significa poder desconectarme y estar en paz. No puedo estar en paz cuando todo mi equipo está en medio de proyectos o con varios temas abiertos, y pueden (y lo hacen) requerir de mí en cualquier momento. Simplemente no puedo.

A esto último, un conocido me decía “Yo apago el teléfono y me olvido de todo. Estoy de vacaciones”. Claro, el es empleado y tiene la “suerte” de ser solo una pieza más en medio de un gran proceso y haga más o haga menos, su sueldo va ser el mismo. Está claro que en ese sentido tiene una gran fortuna, ya que es “libre” para hacer lo que quiera (en sus, como mucho, treinta días de vacaciones por año). En medio de todo, a veces creo que es una vida provechosa. Te levantas, vas a trabajar (produces más o produces menos), cumples el horario (que no es lo mismo que produzcas durante él), y luego a casa (o a donde quieras). Cada 30 días te pagan tu sueldo, y con él cubres tus gastos básicos de vivienda, alimentación, educación y ocio. Una vez al año te puedes -coordinando previamente- escapar de vacaciones y desconectarte del mundo (gastando tus ahorros o endeudándote, desde luego), y luego vuelves a la rutina de siempre hasta que un buen día alguien se de cuenta que no produces tanto como deberías o alguna injusticia (que nunca falta) del destino, y listo; para afuera.

No lo sé, siempre me ha gustado trabajar y me he dedicado en cuerpo y alma a mi trabajo diariamente desde que tengo 16 años. No he pasado un solo día sin trabajar, y he tenido la suerte de vivir mil experiencias agradables en el camino, así como verdaderos infiernos laborales. Del mismo modo, en ese camino, he podido conocer gente espectacular y genial, así como verdaderos hijos de puta que bien merecen desaparecer del mundo, y nadie los echaría de menos (na-die). Creo que la etapa laboral de una persona es importantísima, y debe constituir un proceso por el cual nos fortalecemos, maduramos y aprendemos todo lo necesario para intentar hacer algo con nuestra vida. Leía por ahí que nos pasamos la vida entera trabajando, y cuando ya no hay fuerzas para mucho, por fin logramos “jubilarnos” y “descansar”. Ese cuento no lo tengo muy claro, si te digo la verdad; aunque sí es el camino que hay que seguir, pues prefiero que sea haciendo algo que en verdad me guste y me llene la vida.

Como siempre digo, trabajar para otros no está mal, es genial y resulta muy satisfactorio; sin embargo, es una abominación si realmente no es lo que quieres hacer. Horrible, vamos.

Estoy muy cansado, y jodidísimo de la garganta, aunque mi cabeza sigue funcionando perfectamente (tendrá su ventaja que sea muy grande, jejeje). ¿Cambiaría este ritmo de vida?, tal vez algún día lo haga por alguno más loco o más calmado, no lo sé. Dentro de mi escala de valores no veo realmente otro modo de vivir con alegría y plenitud. Se tienen mil problemas, complicaciones y responsabilidades, pero es realmente una alegría (al margen de todo lo que no lo es).

Ayer publicábamos un video en el que comentaba acerca de lo que implica ser emprendedor y tener “vida”. No exagero cuando digo que es una situación muy dura y exigente, para nada. Es una vida muy compleja dentro de la cual tus decisiones deben girar en torno a más cosas que “llegar a fin de mes”, o “cuando serán mis próximas vacaciones”. Es algo muy demandante y complicado, pero gratificante. Esto se lo digo a quienes recién empiezan, o pretenden hacerlo, en el mundo del emprendimiento. No es fácil, no es simple, no es todo alegría. En absoluto.

Hay que tener en cuenta que esto te lo cuento desde la mayor sinceridad, y podríamos decir que tengo un éxito importante con algunas de mis iniciativas y emprendimientos, que he conseguido “el sueño de muchos” de facturar millones y ser “dueño de mi propio destino”, sin embargo, no es lo que muchos se imaginan, si lo quieres hacer bien, donde al ser “el jefe” vives mejor que el resto, no trabajas, te la pasas de fiesta y tomando champán (que no me gusta) en tu yate. Para nada. Ese no es el objetivo del espíritu emprendedor, y rara vez alguno lo logra en la primera generación de su negocio. Si todo va bien, quizás la segunda o tercera generación sí naveguen en yates y esas cosas, pero muy probablemente tú no, jejeje. A la primera generación siempre le tocó trabajar como bestias, para sentar las bases de lo que quizás llegue a ser algo que trascienda en el tiempo (lo cual tampoco está garantizado).

Si estás pensando en meterte a emprendedor por el “glamour” de ser “gerente general” o algo así, déjame decirte que ese glamour toma mucho tiempo en llegar y que esa vida de “Tony Stark” no aparece de un día para otro (y muchas veces nunca lo hace). Si estás dispuesto a trabajar como una bestia, a renunciar a tus ratos de ocio predilectos, a sacrificar tu tiempo en familia, a tus amigos, y a casi todo lo que te “llena”, pues dale con todo. Si estas pensando solo en “una mejor vida, sin jefes”, estás completamente equivocado de camino y quizás lo único que necesites sean unas largas vacaciones o cambiar de empleo. No la vayas a salir cagando. Piensa con la cabeza fría, y pregúntate realmente qué es lo que esperas o por qué lo haces (o intentas hacer).

Listo, ahora seguiré trabajando desde mi cama, mientras escucho alguna película de Netflix de fondo y “disfruto” de mi perjudicada garganta. Que tengan un día excelente. ¡¡¡Cuiden su trabajo!!!

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