Como parte de mi día a día, para nadie es un secreto, trato con muchísimos profesionales de diferentes sectores, y aunque muchos de ellos tienen roles “bastante altos”, para mí son más bien personas como yo y como tú. Esa óptica me ha permitido con los años, entender muy bien lo que la gente necesita, y ha formado parte de mi desarrollo personal y profesional sin lugar a dudas. Si algo sé hacer bien, es escuchar con los oídos y con los ojos. No te imaginas cuánto 😉
Ahora bien, llevo una buena temporada escuchando a mucha gente hablando de la Transformación Digital. Lo curioso es muchos de ellos asocian el termino digital con luces, computadoras, cosas tecnológicas y mágicas; incluso futuristas diría yo. Sin embargo, salvo dos personas (de cientos) han coincidido conmigo en que en medio de todo esto la palabra mágica no es “digital”, sino más bien “transformación”. Imagino que al trabajar tan de cerca con el sector de las tecnologías de la información y comunicaciones, las opiniones que recibo pues están muy pegadas por ese lado; aunque realmente es un error de enfoque que sin duda traerá muchos problemas e inconvenientes a quienes estén pensando en embarcarse en un proyecto de estos. Te cuento por qué.
La palabra clave es transformación, de eso no hay duda, y ¿por qué? Porque en realidad la tecnología si bien es necesaria, no es más que un medio para lograr el cambio ansiado, la modernidad que ahora nos sugieren. No se trata de llenar a todos los colaboradores de la empresa con tablets, o con relojes inteligentes, tampoco se trata de crear aplicaciones novedosas, y mucho menos de adquirir soluciones complejas y costosas. No señores, de eso no se trata. Se trata de transformar la forma en la que vemos al negocio respecto al mercado, y en función de lo que identifiquemos como necesario, conseguirlo, agilizarlo, automatizarlo incluso; dentro de lo posible y siempre siguiendo una lógica (ló-gi-ca) en la que lo que primen sean dos cosas: El cliente y el negocio.
Resulta pues que antes de preocuparte de lo “digital”, deberás preocuparte de la “transformación”, ya que, si lo haces al revés, lo que terminarás haciendo sin duda es automatizar un desastre, invertir toneladas en cosas que luego verás que no hacían falta o que no eran realmente prioritarias en ningún sentido. Antes que eso te ocurra, préstame atención.
Primero deberíamos saber qué pasa con tu organización. Cómo es que tu organización está organizada (y si lo está), cuáles son sus procesos principales, cuál es su razón de ser en este mundo (al margen de lo que diga la visión y misión). No es simple, porque en esta parte no hay lucecitas, no hay cosas mágicas, ni mucho menos futuristas. Aquí lo que hay es mucho trabajo, mucha complicación, mucha parte humana realmente. Desde luego me tengo que preguntar si la empresa tiene claro el segmento de mercado al que quiere dirigirse, si es o será el de siempre, si quiere o necesita invertir en nuevos mercados o nuevos nichos en los que antes no había “hincado el diente”.¿Por qué? Porque todo esto configura el verdadero motivo de la “transformación”. Sé que todo suena muy “fashion” y a cualquiera le llama la atención cuando te hablan de “Diyital Transformeishon”, pero no te olvides que esa transformación como todo cambio, como toda iniciativa dentro de cualquier empresa, parte de una justificación real por parte del negocio. Si este tema no está claro, entonces ya partimos con una limitación terrible, es como que te envíen a construir un edificio, y lo único que te han dado como requisitos es “que le guste al cliente” (¿no te genera eso mil preguntas?, pues vas por buen camino, jejeje).
A partir de ese momento, y contando con que tenemos la justificación del mercado, lo que el negocio quiere o a donde apunta, y que en realidad eso de “que le guste al cliente” es más una lista de especificaciones, requisitos, expectativas, restricciones, etc., entonces podremos plantearnos la siguiente capa. Esa que dice “¿cómo lo hago con la forma en la que trabajo ahora?”
Volvemos a empezar, en otra capa, pero volvemos a preguntarnos mil cosas, aunque en esta ocasión es respecto a cómo funcionamos internamente, y cómo es que eso suma o resta a los objetivos (claros, lógicos, y detallados) que el negocio nos ha planteado. “¡Quiero que esta sea una organización moderna, y decir que trabajamos en nuestra Transformación Digital!” No es un objetivo. Es lo más parecido a “que le guste al cliente”. Así que partiendo del hecho que sabemos qué significa eso, nos preguntaremos si lo que actualmente hacemos, y como lo hacemos, aporta realmente a dicha situación. De ahí pueden salir varias condiciones: “Estamos bien, estamos más o menos, estamos mal”, sin embargo, esto no es como cuando te dicen “dime del 1 al 10…, y tú dices: hmmmm, ¡siete!”. Para nada. Hay que poder cuantificar realmente nuestra situación o estamos perdidos.
Cuando esa parte se ha conseguido, entonces ya vamos por un buen camino. Ya tenemos claro qué quiere el negocio de cara al mercado, ya sabemos cuál es nuestra situación interna como área encargada de satisfacer esa necesidad, y a partir de ese momento es cuando empieza el verdadero reto: sincerar la distancia entre dónde estoy y dónde tengo que estar. Identificar la brecha, el gap, como le quieras llamar (pero hazlo).
Cuando digo sincerar, me refiero al hecho de ser claros y honestos con la situación. Si tu posición es un 3, y tienes que llegar a un 10, más de un rinoceronte te dirá “eso lo hago de un brinco”, jejeje; y te está mintiendo desde luego. A partir de ahí, hay que establecer puntos lógicos de progreso, donde yo puedo medir mi avance hasta llegar al 10. Necesariamente en esta parte tiene que haber una conversación con el negocio, porque desde arriba las cosas se ven de otra manera, y si tú les dices que “estás listo” para asumir el reto, ellos te van a creer. El problema viene cuando tu pecaste de soñador, y te creíste que un rinoceronte podía saltar 7 (imagínate metros) de un brinco, jejeje. Tu proyecto empezará a caerse a pedazos, iniciando por el tiempo, pasando por el presupuesto y terminando por tu cabeza. Forzosamente hace falta que el negocio sepa cuál es la situación de un área para poder afrontar el objetivo, y que sepa que tiene que invertir en cubrir esa brecha si lo que quiere es que tu estés en disposición y capacidad de trabajar apropiadamente para lograr el objetivo de la empresa.
Quizás el negocio diga “No podemos. En este momento no hay presupuesto”, y eso no está mal. Lo malo es cuando no hay presupuesto es porque se ha asignado a otras iniciativas que no suman realmente a los fines de la organización, porque alguien dijo que la Transformación Digital pasa por comprar equipos, y tecnología, antes de asegurar los procesos y la parte interna de la organización. Si estás tú en esa situación, defiende tu posición con lógica. Personalmente sé que muchos querrán tomárselo como un reto, y eso está bien y dice mucho de cada uno, sin embargo, al no sincerar esta situación la culpa del fracaso (en caso llegara) sería de ustedes completamente por no haber deslindado responsabilidades y haber sido francos con el negocio.
Es como que te digan “hay que construir un edificio”, y tú digas que “SÍ SE PUEDE” a sabiendas que lo único de lo que dispones es de dos piedras, una docena de tapas de Coca Cola, cuatro chiclets, y a Beavis y Butt-Head como parte de tu equipo. ¿Culpa de quién será si luego ese edificio no se construye como “le gusta al cliente”? Para bien o para mal, he visto cientos de casos donde este escenario se repite y se repite, y la verdad es que también he tenido el gusto enorme de presenciar verdaderas transformaciones organizativas con el apoyo de la tecnología (aunque ahora da más caché hablar de “Diyital Transformeishon”).
Cómo evaluamos la situación actual, cómo cubrimos la brecha, contra qué nos comparamos, cómo hacemos para sustentar todo lo que encontramos, cómo negociar con el negocio. Ahora, ¿quién podrá defendernos?, jejeje. Para eso también tengo una respuesta. Pero esa te la cuento en la próxima que tenga un ratito.
¡¡¡Que tengas un día genial!!