Caminaba yo rumbo a la oficina pensando, como siempre, en que hoy debía ser un día fenomenal. Siempre se está bien cuando hablamos de la bendición de estar vivo en todo sentido. Iba recordando los inicios de uno de mis emprendimientos, cuando en lo personal disfrutaba mucho del riesgo y la adrenalina que se presenta en estos casos, aunque siempre he sido muy cauto con casi todo lo que hago, y digo “con casi todo” porque es la verdad. Soy un ser humano, y muchas veces también me emociono y, casi siempre cuando mezclo emociones y objetivos, me equivoco.
Esto que te digo no me lo he inventado yo, pero sin duda lo he comprobado mil veces en mi caminar. Creo que eso es lo que algunos llaman “madurar”, y la verdad es que dista mucho de lo que muchas veces te dicen, cuando por ahí comentas que “no quieres ser un empleado toda tu vida. Mucha parte de la sociedad, tácita o intrínsecamente te vende esta idea:
“Ser emprendedor es lo máximo. Ya no eres empresario, eso era en el cretácico. Hoy te llamarás emprendedor, y harás hasta lo imposible por parecerte de alguna manera a “Jobs”. Todo emprendedor que se respete termina siendo millonario, y la actitud es esa, aunque aún no tengas ni 100 soles en el bolsillo. Pon cara de ganador y serás un ganador. Ríete de todos los que te digan que tu idea es una estupidez, e ignora a cuantos te quieran hacer “recapacitar”; total, son solo gente que “no piensa fuera de la caja”, y en realidad quieren que sigas en “tu zona de confort” como ellos…”
Ahora bien, según mi humilde experiencia, no es así. A mi parecer, lo primero que tienes que hacer es inventariar quién eres y qué eres, y a partir de ahí trazarte pequeñas metas. No es sencillo levantarte una mañana y, sin saber cocinar, pretender convertirte en el chef más laureado del planeta. Es muy difícil que eso ocurra. Ni en tus mejores pesadillas lo verás, jejejeje.
Según yo, ser emprendedor es como ser artista. Se tiene talento para ello o no se tiene. No hay más ciencia. No basta con tener una cara bonita, o con ser guapo y atractivo; debes tener talento para ser un actor renombrado. No basta con que te compres todos los pinceles posibles, y las mejores pinturas y lienzos; eso no te volverá el sucesor de Picasso por mucho que lo intentes. Para mí, se trata de un talento innato. ¿Qué tipo de talento? Pues a ver:
“Como emprendedor te va a pasar de todo, pero lo que de seguro te va a pasar más seguido es el colmarte de preocupaciones, decepciones, frustraciones, mucha angustia, ansiedad, dolores de cabeza, se te caerá el pelo, dormirás poco, trabajarás mucho, tendrás pocos amigos, no tendrás tiempo para tu familia, confiarás en gente equivocada, algunos te traicionarán en la primera oportunidad que tengan, tu teléfono no dejará de sonar (ni el Whatsapp, ni el correo) y no siempre serán buenas noticias. Tu reloj no distinguirá si es de día o si es de noche, no tendrás vacaciones programadas, no tendrás fines de semana por ley, no tendrás descansos por salud, comerás mal, soportarás a malos competidores, envidias, incluso sufrirás amenazas, muchos intentarán aprovecharse de ti y sacarte los cuartos sin que te des cuenta, etc., etc. Y todo esto durante el largo camino hacia lo que muchos llaman “éxito”, y este camino muchas veces nunca se termina y ese “éxito” nunca llega…”
¿Tú te ves viviendo esto con una sonrisa, una vez y otra vez? Si la respuesta es sí, pues puede que tengas espíritu de emprendedor, aunque la realidad es que eso no lo sabrás hasta que te toque pasar por todo ello y, aun así, quieras seguir intentándolo. ¿Catastrofista? Para nada. Incluso me quedo corto con lo que te cuento.
Ahora bien, muchos dirán que “al menos eres dueño de tu tiempo”, “no tienes jefes”, “ganas lo que te da la gana”, y muchas otras cosas que en realidad no son más que un reflejo de lo que muchos ansían que sea su vida. A cualquier empleado le preguntas que es lo que más detesta, y la gran mayoría te dirá “mi horario, mi jefe, y mi sueldo”; así que para ese grandísimo colectivo todo lo que no sea ser empleado, debe oler a rosas y a jazmines, y aunque en realidad todos se preguntan y plantean una y otra vez “dar el salto” y largarse a “vivir sus sueños, y dejar de trabajar por los sueños de otros”, no es tan fácil y los años siguen pasando.
Decía hace un rato que ser emprendedor es como ser artista, y es verdad. ¿Por qué? Porque, aunque estés colmado de talento, ese reconocimiento puede que nunca llegue sin embargo tu seguirás con lo tuyo. Incluso, por ejemplo, muchos de los grandes artistas e iconos de nuestra civilización fueron valorados realmente muchos años después de muertos, y de hecho en muchos casos, esa muerte llegó en medio de la pobreza, la miseria y, aunque eso sí, mucho talento.
Esta mañana me decía un alumno “lo que pasa es que existe la falsa idea que las cosas se consiguen de una mañana a la otra, y no es así”, y es verdad. No en vano es un hombre que ya peina muchas canas, jejeje. Para ser emprendedor, como para cualquier cosa en esta vida, hay que tener talento, sí; pero también hay que tener otras tres cosas: ACTITUD, HUMILDAD, y DISCIPLINA.
Solo siendo humilde podrás andar por en medio de todo el mundo sin mayor reparo, ya que total eres uno más en este planeta, aunque tengas la suerte de ser reconocido por las calles o en tu sector. Ahora bien, una cosa es ser humilde de corazón y otra cosa es la falsa humildad. Muchas veces la gente piensa que ser humilde es no reconocer quién eres porque se ve mal, porque se interpreta como alarde, o como vanagloria innecesaria; sin embargo, eso no es cierto. Si has tenido la bendición de llegar a este mundo con ciertos talentos, sin apagarle la luz a nadie, tienes derecho a brillar todo lo que te dé la gana. Si eres bueno en algo, lo eres y punto. Si mereces reconocimiento por ser un fuera de serie, disfrútalo y aprovéchalo ya que es una bendición del cielo como el saber dibujar, el poder cantar, o el poder escribir. No todos las tienen, o no todos las cultivan, así que, si lo has logrado, vívelo con alegría.
Hay una frase que le atribuyen a Picasso que me encanta, y esta dice:
“Cuando yo era pequeño mi madre me decía: Si te haces soldado llegarás a general, si te haces cura, llegarás a ser Papa. En cambio, de todo eso decidí ser pintor y me convertí en Picasso.”
Recuerdo yo cuando niño, al morir papá, tuve la suerte de ser cobijado por mis tíos. Gente muy noble en diversos aspectos, con mil virtudes y otros mil defectos. Humanos al fin. Recuerdo mucho que de niño era lo que se llamaba “insoportable”, dado que era impertinente, precoz, demasiado directo en ocasiones, y desde luego cuestionaba absolutamente todo. Mi colegio, de monjas, no fue quizás el mejor ambiente para mí ya que ellas desde la mejor de las voluntades querían organizarnos a todos como a un rebaño. Lastimosamente yo era la oveja que no dejaba de dar brincos y desesperaba a todo el mundo, jejeje. Por aquel entonces no me auguraban nada bueno, y todos decían que no haría nada bueno de mi vida, porque siendo sinceros no encajaba en el común denominador y, con los años entendí, era por demás inquieto.
Me aburría muchísimo en clases, y me dormía. En medio de la clase se me ocurrían ideas singulares para hacerles bromas a mis compañeros, y las hacía. Yo me reía mucho, y a veces me preguntaba por qué el resto no se reía, jejeje. Me aburría mucho, pues. Un día en clase de religión, cuestioné a la monjita respecto al planteamiento de Adán y Eva, y qué relación tenía con Darwin y el mono (estaba yo en sexto de primaria), y bueno, todos mis compañeros terminaron burlándose de mí cuando la monja dijo “miren pues, aquí tenemos a uno que desciende del mono”; al ver a todos reírse con convicción descubrí que algo no iba bien, y que desde luego yo no encajaba de manera alguna. Sentí mucha vergüenza, un niño al fin, pero la realidad es que en ese momento empezó todo.
Decía también Picasso:
“Cada segundo de vida es un momento nuevo y único en el universo, un momento que nunca se repetirá. ¿Y qué les enseñamos a nuestros hijos? Les enseñamos que dos y dos son cuatro, y que París es la capital de Francia. ¿Cuándo les vamos a enseñar también lo que son? Deberíamos decirle a cada uno de ellos: ¿Sabes quién eres? Eres una maravilla. Eres único. En todos los años que han pasado, nunca ha habido otro niño como tú. Tus piernas, tus brazos, tus dedos, la forma en que te mueves. Quizá te conviertas en un Shakespeare, un Miguel Ángel, o un Beethoven. Tienes la capacidad para hacer cualquier cosa. Sí, eres una maravilla. Debes trabajar, todos debemos trabajar, para hacer al mundo digno de sus niños”.
Debo decir en mi defensa que yo no era mal niño en absoluto. Más bien era buenito pero insoportable, jejeje. Con los años descubrí que mi “problema” era la hiperquinesia, como comentaba en algún post anterior, y aunque eso ha limitado la vida de mucha gente, a mí realmente me ha dado muchos argumentos y capacidades para salir adelante. Ser emprendedor es un arte, y todo arte requiere talento, y el talento no se aprende, simplemente llega en tu ADN como dones del cielo. Algunos corren como el viento, otros nadan como delfines, otros trabajamos en mil cosas con pasión y sin desanimo; cuestión de actitud, humildad y disciplina digo yo.
A veces me siento a pensar en mi padre, el cual además de psicólogo clínico, era guitarrista, pintor, artista plástico y un magnífico ser humano (en todo su espectro), y me pregunto si mi vida hubiera sido la misma si él no hubiera partido tan pronto, y empiezo a pensar en lo que son las circunstancias de la vida y los diferentes caminos que esta elige con tan solo un pequeño movimiento del día a día. Una mañana mi padre se fue al cielo (donde no hay monos como decía la monja), y mi vida cambió por completo.
Para bien o para mal, durante los 31 años que él ha estado ausente físicamente, me ha tocado vivir de todo y en muchos lugares de este mundo. Creo que el haber viajado tanto y haber disfrutado tanto de tantas culturas, me permitió encontrarme conmigo mismo y decidir qué hacer con mi vida. Cuando ese momento llegó, decidí hacerme emprendedor o “artista”, y desde aquel momento busco hacer de todo lo que me rodea un lugar mejor, cultivar a las mejores personas con mi ejemplo y mi, aún presente, vitalidad. Creo que la vida es muy corta para todo lo que tengo que hacer, así que es mejor hacer las cosas de una buena vez y no dejar que el tiempo nos gane. Un amigo decía “tú dale con todo a tus ideas y sueños, total, en esta vida igual vas a terminar muerto”, y tiene más razón que un santo, jejeje.
Que les vaya bien. ¡Hasta la próxima!!