¿Qué te gustaría hacer de grande?

Recuerdo cuando mi padre me preguntó qué me gustaría hacer cuando fuera grande. Él, como muchos padres, sentía curiosidad por mi respuesta. Imagino que nunca se imaginó lo que terminaría haciendo, ya que tampoco yo lo tenía claro, jejeje (aún sigo pensando en qué haré cuando sea grande). Recuerdo que mi padre pasaba muchas horas al día conmigo, y adicionalmente pasaba muchas tardes en su consultorio. Mientras que él atendía a sus pacientes, yo jugaba con muchos de sus test. Es curioso que recuerde más los test de Rorschach que otras cosas con las que jugaba de niño. La vida es curiosa, y desde luego todo lo que hemos vivido suma y se suma a la mochila de viaje. Parece que no, pero todo termina volviéndose parte de tu vida y una carta para utilizar durante tu camino. TODO.

Cuando papá partió, mi vida se tornó muy complicada por múltiples razones. Aunque en esta ocasión no ahondaré en el tema, me tomó muchos años entender que las cosas suceden porque tienen que suceder, aunque la verdad es que sigo sin aceptar un camino escrito de manera ineludible. No lo acepto, aunque en ocasiones lo entiendo. Creo que es una forma de darle una explicación a cosas que en realidad nos hacen sufrir, y con ello traerles sentido en medio de una vida que busca ser diferente a “la trazada”. En realidad, disfruto muchísimo de mi vida, y quienes la conocen en detalle saben que tengo millones de motivos para hacerlo, pero a veces me pongo a pensar en cosas como esta y se reinician varios cuestionamientos que quedaron flotando en el pasado.

Todo iba bien, jejeje; pero hace un par de semanas tuve una reunión con la tutora de mi hija mayor. Ella cursa el segundo año de secundaria, y aunque es una persona exageradamente lista, ha empezado a tener los problemas que tuve yo cuando tenía la misma edad. La tutora me contaba que mi hija está fatal con las calificaciones, y que salvo porque no tiene mala conducta, todo lo demás está fatal, jejeje. Me lo contaba con una cara de preocupación absoluta, y por ratos percibía cierta satisfacción como si esperara que yo la reprendiera de alguna manera. No lo sé. La realidad es que me sentí muy preocupado, pero luego de hablar con mi hija caí en la cuenta de que no es que haya perdido el don de la inteligencia, es solo que este nuevo colegio la trae algo agobiada, y desde luego la ha puesto de cabeza con su, también hay que decirlo, organización algo sencilla.

Resulta que mi hija, como lo fui yo, es el primer puesto de su aula. Sí, pero empezando de atrás hacia adelante, jejeje. Ve como muchos de sus compañeros obtienen grandes calificaciones y cómo ella simplemente no puede. Me preguntaba “papá, será que este colegio no es para mí. ¿Será que es para gente inteligente?”, y claro, no pude evitar darle mi punto de vista. En verdad no creo, y nunca lo he hecho, en que la gente “inteligente” sea la que obtiene las mejores calificaciones. Lo que sí creo es que los que las obtienen tienen una mayor facilidad para adaptarse a sistemas organizativos donde no se tiene que preguntar mucho “¿y eso por qué?” Son por lo general personas que siguen el patrón establecido, y aprenden de manera esquemática a seguir temas que no necesariamente les darán algo más trascendente que una calificación. Puede sonar extraño, o incluso provocador, pero nunca le he tenido fe a los que son muy aplicados en ciertas materias. Recuerdo mucho al primer y segundo puesto de mi colegio, los recuerdo mucho porque todos pensaban que serian una suerte de “mega exitosos” cuando pasara el tiempo (y no ha sido así, para nada). Una suerte de apuesta a ojos cerrados, porque en un mundo así de limitado donde te miden por calificaciones, en algo hay que creer para que la rueda siga dando vueltas.

Un primer puesto en el colegio no te garantiza nada. Unas grandes calificaciones en los estudios no te garantizan nada. Sin embargo, algo que sí lo hará es tu capacidad para preguntar “¿por qué?”, tu capacidad de investigación, tu impertinente necesidad de saber más de lo que te interesa y de aquello que te llama la atención. Creo que, si un profesor no sabe despertar tu curiosidad, es mejor que se dedique a otra cosa. Si un profesor solo te lee cosas que debe leerte, entonces no es un profesor, es simplemente un repetidor de conceptos que de seguro el mismo no entiende. Imagino que, si el ser primer puesto del colegio se traduce en éxito en la vida, todos los que forman a esos alumnos (y que desde luego han de saber más que ellos), deben serlo también, ¿o no? Es una pregunta que siempre me dio vueltas en la vida, y que sinceramente no pude ver con claridad hasta que me tocó como padre. Es un cuestionamiento simple y válido.

A colación traigo una frase que me gusta mucho y que dice “Nunca aceptes un consejo respecto a cómo construir algo, de alguien que nunca construyó nada”

¿Qué harás cuando seas grande? Es una pregunta que no debe verse limitada por calificaciones en etapa escolar. No se pueden truncar psicológicamente los sueños de los niños o adolescentes, únicamente porque no se adaptan fácilmente a sistemas más que truncos y obsoletos. Entendería pues que, si los profesores de mi hija son tan buenos en sus materias, deberían andar por el mundo dando charlas al respecto, o solucionando algún teorema que lleve décadas rompiendo la cabeza de muchos “genios” a nivel global; y no dando clases en un colegio tan esquematizado. Quizás me equivoque, pero tengo serias dudas al respecto (sí, desde luego que le estoy buscando un colegio diferente, aunque todo pasa por el acuerdo al que llegue con su madre, quien quería el colegio actual).

Esa capacidad de preguntarnos ¿por qué?, coactada mil veces por patrones llenos de mediocridad o limitaciones estructuralmente diseñadas, es la que nos convierte en personas innovadoras, en gente que no tiene miedo al cambio, y que realmente trabaja por cambiar las cosas hasta que tengan el tono que les gusta, o en el que creyeron.

A veces me pregunto qué habría sido de mí en el caso de no haber tenido más opciones en la vida. Me pregunto que hubiera sido de mí en caso se me hubiera juzgado por mis calificaciones escolares. Quizás andaría por ahí, resignado y viviendo una vida muy diferente a la que vivo. Creo por tanto que la vida hay que vivirla según va sucediendo, y que no debemos aceptar esquemas que no nos satisfagan. Que allá donde haya una limitación o una barrera, deberá de haber una idea nuestra para romperla.

Cuando hablamos de cambiar las cosas, hablamos de hacer cosas que nadie ha hecho antes, cosas que nadie tiene el coraje de hacer, y de abanderarnos únicamente con nuestros sueños y convicciones. No es para nadie un secreto que a todos los que hicieron algo en la vida que valiera la pena, primero se les tildó de locos y rebeldes. Si es así, pues prefiero estar mil veces más loco que todos, que igual de cuerdo que muchos.

Al final, el tiempo te da la razón. Tú estarás “loco”, pero luego todos “los cuerdos” terminan copiando tus ideas o intentando hacerlo por lo menos. Claro, eso solo demuestra que no estabas loco realmente, solo que el resto te tilda como tal porque no tienen el coraje de hacer las cosas que tú sí. Luego cuando ven que tú las hiciste y que funcionan, van desesperados a copiarlas. ¿Eso es un problema? No. En realidad, es un halago y un reconocimiento. El mundo es de los “locos” y “diferentes”. Ser como todos es muy sencillo, y no hace falta mucho para serlo. Solo resignarse y seguir a la tribu. Lo otro sí que denota coraje y talento.

Mi hija me dijo “Está bien, papá. Haré lo que tenga que hacer para conseguir las calificaciones que me piden que consiga. Total, son solo eso. Calificaciones”. Le dije “claro, si al final el sistema en el que vivimos te pide eso, pues habrá que dárselo para poder seguir caminando”. Es como los impuestos que pagamos sin ver retorno por ningún lado, o las leyes que seguimos mientras que otros se burlan de ellas, o muchas de las pautas sociales que debemos seguir con hipocresía y fastidio, para no ser considerados “bichos raros”.

Si algo aprendí en el camino que me ha tocado vivir, es que uno puede lograr lo que le dé la gana siempre que tenga cerca a otro que le diga: “Tú puedes, no te desanimes”, y tengas una confianza superior en ti mismo. No se trata de autoconvencerte. Se trata de saber quién eres, cuánto vales y no permitir que NADA ni NADIE te haga pensar o sentir lo contrario.

…y a ti ¿Qué te gustaría hacer de grande?

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