Papá, juguemos monopolio…

Desde hace unos días, mi hija mayor me pedía con insistencia «Papá, juguemos monopolio». No exagero al decir que es un juego de mesa que me agrada muchísimo, y con el cual disfrute de interminables partidas e incontables horas cuando era niño. Bueno pues, ayer tras comprar uno me senté a jugar con Ana, y tras ganarle de manera apabullante (jeje), le expliqué detenidamente cómo perdió y cómo se gana 🤓

Fue un ejercicio muy agradable, porque pudo entender lo importante de la estrategia, de la negociación, y lo poco que puedes hacer contra una estrategia bien pensada y una ejecución contundente. Lo entendió bien, pero luego preguntó «¿así es en la vida real?», a lo que tuve que, tristemente, decirle que no 😳

En la vida real no necesariamente todos tienen «espíritu deportivo», y no suelen respetar que «simplemente vas ganando», así que no basta con pensar una buena estrategia y ejecutarla, porque al tablero, las fichas, los billetes, dados y tarjetas, hay que sumarle actores y factores envidiosos, cizañeros, miserables, pero sobretodo cobardes. ¿Complicado, no? Pues es lo que hay. Por eso el verdadero reto es vivir en paz, y ser buena persona 🙏🏻🤞🏻

Al final, todos estamos «jugando al monopolio» en esta vida, pero hay quienes se sientan a jugar para divertirse y pasarlo bien, y hay quienes en lugar de ver sus fichas y recursos, se gastan la vida en mirar los del resto, mientras enferman de envidia insana (de la fea), se frustran, se muestran como las malas personas que realmente son, y bueno, como en el monopolio cuando no vigilas tu juego, pierden y se lucen como malos perdedores 😪

Me gusta que los más chicos vean las cosas como son, porque de lo contrario luego salen al mundo con una idea equivocada, creyendo que se lo merecen todo, y que la gente tiene la obligación de tratarlos bien. El mundo es como es, y mejor que lo sepan de tu mano y que vayan listos a la batalla, a que descubran que los unicornios no existen ✌🏻😊

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