Hablaré de emigración desde mis adentros.

Empecemos por el principio:

Esta mañana revisando el feisbuk me encontré con un artículo compartido por una de mis primas. Ella, como una gran parte de mi familia, es venezolana. Actualmente viven en Suiza, a Dios gracias todos ellos, pero no fue para nada un camino sencillo ni tampoco empezó ayer. Fueron emigrando de a pocos, y con el trabajo y esmero de todos, con el paso de los años consiguieron reunir a cuatro generaciones en Ginebra. Para muchos una anécdota más, para mí un verdadero orgullo. Vale la pena leer el artículo completo, así que lo dejaré al final de este post 😉

Tras revisarlo con detenimiento, me encontré con algunos datos e historias que sinceramente no deben pasar desapercibidos. Creo que todos deberíamos tomarnos un minuto y leerlo con ojos críticos y cabeza fría, al margen de todo «sentido troglodita y xenófobo». Así, con un poco de suerte, tomarán conciencia de la situación que atraviesa esta gente a la que algunos están llamando “venecos y/o venecas”, lo cual resulta tan peyorativo como cuando a un peruano le llaman “perucho”, o “sudaca”, o como cuando se agrupa a todos los españoles y se les llama “gallegos” o “españoletes”, o cómo cuando se estigmatiza el origen de las personas con simples y estúpidos comentarios fuera de lugar o carentes de argumento. Como decir “todos los que vienen de allá, son vagos” o “todos los que vienen de más allá, son tacaños” o, peor aún, “todos los que vienen de acullá son terroristas, o narcos”. La estupidez del ser humano, como dicen que decía Einstein, no tiene límites.

En este caso particular, hablo del articulo y de los venezolanos, no los llamo hermanos porque hacerlo me suena a “cliché” y creo que muchos de los que los llaman “hermanos latinoamericanos” no lo sienten realmente, pero definitivamente sé que emigrar no es precisamente una tarea sencilla, ni tampoco es algo que todos puedan hacer. Muchos se lo proponen y le dan vueltas mil veces en su cabeza, pero pocos tienen los huevos de irse a empezar de cero (o desde más abajo incluso). No sólo se necesitan ganas y tener la necesidad imperante, se tiene que ser muy valiente y tener un dominio sobre las emociones que poca gente realmente consigue tener durante su vida. Todo ello, al menos para mí, constituyen suficientes razones como para respetar su travesía y el camino que decidieron emprender.

Si algo está claro, para mí desde luego, es que cuando existe la verdadera capacidad de trabajar en lo que sea (a veces literalmente), y se tienen ganas de partirte el alma por un sueño o por los que dejas atrás y lejos, en lo último que piensas es en «…yo estudié, yo era, yo tenía, yo no puedo» y simplemente le echas huevos y tiras pa’lante. Es así de simple. Esa es la clase de emigrante que deja en alto a su país de origen y/o a sí mismo, y el que seguramente se hará un lugar allá donde vaya (donde sea que vaya, cuando quiera que vaya).

Veamos esta situación como un ejemplo de vida «sin tener que vivirlo en primera persona», pero veámoslo cómo un ejemplo al fin. No menosprecies al que viene de lejos, ni lo pongas como causa de todos tus males, o busques excusas estúpidas para justificar tu frustración hacia sus ganas de comerse el mundo (esas que tu deberías tener pero no tienes). Mañana podría ser tu madre, tu padre, tu hermano, tus hijos o tú mismo el que esté en esa situación. Tan simple como eso. No vienen a quitarte nada, ni vienen a usurpar tu lugar o a quitarte el éxito de las manos. De hecho, por lo general, los primeros en quejarse con dichos argumentos son los que no han logrado nada hasta el momento y sólo están abriendo los ojos frente a algo que bien pudieron haber hecho y no hicieron. ¿No se te ocurrió que trabajando de mesero podías ganar dinero? ¿No se te ocurrió que vendiendo empanadas por la calle podrías haberte hecho de un capital? ¿No pensaste en que la vergüenza o el qué dirán no llena la barriga ni paga las cuentas? ¿A lo mejor no se te ocurrió que tener dos o tres trabajos a la vez, y meterle más de 80 horas a la semana era algo posible? ¿Quizás no se te ocurrió que, si ganas una “miseria”, puedes trabajar como un «poseso» y juntar 3 o 4 miserias para tener una vida digna? Pues ahora que ves a otros aprovechar las oportunidades que tú tenías a mano y que no tomaste por vago y acomodado, o por estar en “tu zona de confort” (suena mejor que «haciendo el vago»), no te quejes de tu suerte ni menosprecies al que, por necesidad o por instinto, fue más listo que tú. No lo hagas. No seas cobarde.

Yo he servido mesas, limpiado baños, repartido pizzas, recambios para autos, vendido tarjetas de crédito por teléfono y, paradójicamente, también tuve la oportunidad de hablar para el presidente del gobierno, dos ministros y el alcalde de Madrid, explicando mi función y participación en uno de los proyectos más grandes y emblemáticos de la historia de Europa, cuando además de todo lo anteriormente mencionado, también era consultor de procesos para la ampliación aeroportuaria del aeropuerto de Madrid-barajas. Lo paradójico fue porque era un fin de semana, en medio de la vorágine de la puesta en marcha de la nueva terminal, y yo no debía de estar ahí; sin embargo, estaba reemplazando a uno que había tenido algo mejor que hacer que estar en su trabajo; y bueno, ahí estaba yo para «recoger la pelota». Para curiosidades de la vida, aunque era también en el aeropuerto, ese era mi segundo empleo (el de fines de semana), donde con un equipo de gente noble y espectacular administrábamos el Sistema de Tratamiento de Equipajes del T123, con la gestión ya trasladada al Centro de Gestión ubicado en la T4. Tantas aventuras, jejeje. Me he pasado casi toda mi vida haciendo lo mismo, y trabajando como loco desde muy, muy jovencito. A veces con traje y corbata, y otras veces con mandil y sombrero.

Tenía un trabajo bastante bien remunerado, reconocido y con tantas facilidades que vivía angustiado de sólo pensar en lo cómoda que era mi vida y en que “tenía que hacer algo más”; así que, en medio de todo ello, siempre simultaneaba empleos aprovechando los fines de semana. Como ya he comentado en otro post, en algún momento dedicaba mis fines de semana a trabajar cómo mesero. No. No estaba loco, simplemente buscaba algo que hacer que no fuera estar tirado en un sofá (ya llegaría el momento para ello, pero aún estaba lejano).

Mis compañeros del bar me miraban como diciendo «este tío está zumbao» y algunos incluso me trataban con disgusto porque no entendían como teniendo el empleo que tenía de lunes a viernes, estaba yo sirviendo mesas los fines de semana. Claro, de seguro muchos de ellos se lo siguen preguntando mientras aún sirven las mismas mesas. Por otro lado, mis compañeros del aeropuerto me miraban con la misma cara y me decían en medio de bromas y chascarrillos «te lo quieres llevar todo, ¿eh?» a lo que siempre respondí lo mismo «¿a dónde?». Curiosamente yo era feliz porque aprendí a trabajar más de 80 horas a la semana en algunos casos, de lunes a domingo, y siempre con la misma cara de “¿algo más?». ¿Estaba loco? No lo creo. Sigo haciéndolo cuando hace falta.

Una mañana me levanté -llevaba un proyecto para un banco muy importante, también procesos, que involucraba a los países de Europa occidental- me dio la locura y empecé a planificar mi siguiente paso: Dejarlo todo a cambio de la aventura de emprender mi propio negocio. El momento había llegado. Tenía más en mi mochila que vender al precio que yo quisiera, que ganas de seguir alquilando mis horas y mi vida. Todos me tildaron de loco, con la misma consternación con la que ahora ven todo lo que he hecho «de la nada».

Es cierto que nunca me preocupé de nada más que de partirme el alma trabajando y aprendiendo. Nunca critiqué si me pagaban más o si me pagaban menos, ya que finalmente yo era libre de aceptar las condiciones o no. Yo siempre tuve mi idea clara, y es que la inversión que yo hacía en tiempo y sacrificio no era a cambio de un sueldo, sino era a cambio de aprender y destacar de una manera diferente a quienes solo buscaban el empleo/sueldo. Ya habría tiempo de aprovechar todo ello.

En medio de todo nunca me sentí menos, aunque tampoco hubo quien me hiciera sentir mal (aunque algún que otro tarado, que nunca faltan, lo intentó sin éxito), porque realmente nunca lo he sido, ni tampoco me sentí más grande, porque aún con todo lo «banal y mundano» que llegas a conseguir con el paso del tiempo, tu talento y tu trabajo, no soy más que un punto en medio de la inmensidad de este planeta. Pero hay algo que sí aprendí y dibujé con fuego en mi alma:

«…Hoy estoy aquí, pero mañana puedo estar allá. No tengo límites, ni más restricciones que los que yo quiera tener, y la vida me ha demostrado que es así como debe ser…»

Hay cosas que te cambian para siempre, y eso es lo más bonito de «tener mundo» y un poco de humildad. La próxima vez que veas a un emigrante buscando y labrándose una vida, no lo critiques ni lo menosprecies. Tampoco busques hacerle la vida más «cuesta arriba». No pienses que viene a quitarte lo tuyo, ni generes comentarios peyorativos a su alrededor. Si te da miedo que te quite algo, trabaja más duro que ellos. Si te angustia que les den el trabajo a ellos y no a ti, pregúntate qué no estás haciendo tú. Si ves que los jefes los llenan de halagos, ponte a pensar en el verdadero por qué. Lo más fácil es decir “claro, es que vienen a cobrar la mitad”, pero eso no es necesariamente cierto (en mi caso jamas lo fue, sino muchas veces todo lo contrario). A veces te sorprendería saber cuánto ganan. A veces solo es cuestión de actitud y compromiso. A veces por la propia necesidad tienen “eso” que las empresas buscan y que muchos de sus trabajadores han perdido en medio de su comodidad y apoltronamiento. Piénsalo, en serio. Piénsalo y verás mucho más que un gentilicio, que no existe, salir de tu boca. Verás competencia, verás la realidad.

Como conclusión personal te diré que si hay que marcharse con la manta liada a la cabeza, pues nos vamos. Una, dos y cien veces. Sin mirar atrás, sin cargar más en la mochila que tus sueños y tus ilusiones. Eso también se aprende y te da una ventaja sobre el común denominador.

Recuerda:

«Si tu casa es el mundo, siempre habrá un lugar donde no llueva o donde caliente más el sol»

Ala. Ahí te dejo eso. ¡¡Que tengas un lindo día!!

P.D. El articulo: https://www.elnuevodia.com/noticias/mundo/nota/elexodoqueredibujaaamericalatina-2467270

Facebook
Twitter
LinkedIn