En esta vida o en la otra, todo termina cobrando sentido.

Conforme vas avanzando en tu vida, te vas encontrando con diferentes paisajes y sensaciones. Es natural. Digamos que es parte del camino. Recuerdo mucho mis inicios como trabajador, donde la verdad no tenia más ambición que aprender, aprender y aprender, y aunque al principio las cosas no fueron del todo agradables, yo las afrontaba con una sonrisa, en muchas ocasiones sincera y de corazón. Incluso hoy, desde otra posición y perspectiva, me sigo tomando las cosas como “la siguiente aventura”. Me subo las mangas, y me lanzo. Es parte de mí, y creo que los años y la vida me respaldan como persona 😊.

Tuve un jefe al que le encantaba ponernos a limpiar las PC con alcohol isopropílico y un poco de “guaipe”. Había ocasiones en las que el olor y el tiempo durante el cual estábamos expuestos al alcohol pues, cómo decirlo, hacían efecto, jejeje, y no lo pasábamos tan bien como algunos pueden estar pensando. Teníamos un horario que empezaba a las 7am, y que en muchas ocasiones terminaba después de las 10pm, y si querías ganarte alguito más, pues trabajabas los sábados y domingos también. No fue una mala época, pero me gustaría ver a muchos hoy en día con ese ritmo, jejeje. Mi amigo Paul quien, aun después de más de 20 años de esta aventura, trabaja conmigo y me apoya en actividades de mucha confianza para mí, recuerda siempre con risas y sonrisas esos momentos diciéndome “¿te acuerdas, te acuerdas?”, jejeje. Creo que hay momentos, como estos, que te acompañarán toda la vida (afortunadamente).

Tuve también un empleo en el que tenia que operar una “máquina de chocolate” que servía para producir muchos de los bizcochitos que de seguro te llevaste a la boca en más de una ocasión. Fue un empleo de verano, y como nunca le dije que no a lo que fuera trabajo, tuve la oportunidad de trabajar codo a codo con grandes personas, de condición obrera todos. Compartíamos el comedor, los cambiadores, muchísimas bromas y “travesuras” pesadas, y todo lo demás, y aunque luego yo por las noches estudiaba y ellos no, nunca hicieron distinción respecto a mi persona y me cobijaron como a un buen amigo. Un entorno carente de hipocresía y suntuosidad, como pocos he visto en mi vida. Paradójicamente, y sin saberlo en ese instante, me estaban dando una catedra de procesos de producción que en muy pocas aulas he vivido. Desde la fermentación de la masa, hasta el empacado, pasando por horneado, corte, baña, chocolate y congelación. Una experiencia de vida que, aunque algo compleja, volvería a vivir un millón de veces más. Aprendí la importancia de cada rol dentro de la cadena, que nada era más importante que el producto que salía del proceso, y que para que el producto sea bueno, todas las partes debían funcionar como un reloj. Veía cómo sistemáticamente venían “personas de blanco” a medir con un calibrador el espesor y peso de los bizcochitos antes de que entraran al chocolate; y aunque en ese momento no lo sabía, estaba viendo a un QA en acción. Desde la ignorancia de aquel momento, no entendía por qué cuando encontraban “algo”, había que programar una parada y recalibrar todo; siendo para mi una perdida de tiempo, desde la ignorancia como repito 🙁

Aprendí tantas cosas en aquella planta, que pienso que todos deberían vivir una experiencia similar aun incluso antes de conocer conceptos al respecto. ¿Por qué? Porque luego ese momento de oír el concepto o leerlo, es mágico. Encontrarle sentido a algo que ya viviste, es mucho más impresionante que “solo” llevar a la practica lo que has leído. En mi experiencia de vida, es así. Lo digo con total convicción, y de procesos conozco “un poco” y he dedicado muchísimos años de mi vida a este apasionante mundo donde todo debe estar sincronizado de alguna manera, incluyendo al mismísimo caos, jejeje. Esto es algo que intento siempre trasladar a mis alumnos. Primero entiéndelo, interiorízalo, y luego ya te preocupas del concepto. Leer, puede leer cualquiera; y no por eso te haces más sabio. Un diferenciador pienso yo.

Tuve en alguna ocasión, la oportunidad de trabajar los fines de semana en un bar, donde tenia que limpiar los servicios (los baños), el salón, servir en la barra, preparar de comer y atender al cliente. Lógicamente, en momentos diferentes. Una experiencia compleja que, aunque en ese momento ya contaba con experiencia relevante en temas de procesos, seguía viendo con asombro la dinámica de un restaurante, y de todo lo que debe estar “en orden” para que a tu plato llegue un pan y unas papas. Recuerdo que muchos de mis compañeros me decían que estaba loco, ya que de lunes a viernes trabajaba como consultor de procesos en el aeropuerto, y los viernes por la tarde, sábado y domingo todo el día, en el bar. Era una situación algo extraña para muchos, pero no para mí. No era por el dinero, ya que realmente no ganaba mal. Era porque necesitaba ganar más (y más rápido) para poder pagarme una especialización que por aquel tiempo se me había metido entre ceja y ceja, y para la cual necesitaba solo 6,000 euros. Una mañana me senté y dije “bueno, si ahorro lo podría pagar el año que viene; sin embargo, yo quiero hacerla este año para poder cumplir con mis demás objetivos”. Un año es un año. Ya lo sabes. Así que le dije a mi madre que me recomendara con un amigo, y este de muy buena gana accedió a darme el empleo los fines de semana. Al principio era un poco raro, pero luego cogí el ritmo. Imagínate trabajar de lunes a domingo, contando con que los domingos cerrábamos casi a medianoche, y los sábados cerca de las 2am, entre que limpiábamos y dejábamos todo en orden. ¿Me quejaba de mi suerte? No. Lo agradecía enormemente.

Un día cualquiera, un amigo que tenia a su cargo un proyecto técnico para el tratamiento de equipajes en el mismo aeropuerto, comentó que tenia un problema y que necesitaba un administrador de sistemas para los fines de semana. No encontraba a nadie dispuesto a trabajar en ese horario, aunque la paga no era nada mala. Fue una escena muy cómica, porque conforme el lo iba diciendo, yo iba abriendo los ojos y sonriendo, jejeje. Ese puesto tenia que ser mío, si o si, y así fue. Entonces, trabajaba en la ampliación de Madrid-Barajas de lunes a viernes, y de administrador de sistemas en el mismo aeropuerto (T123) durante los fines de semana. Fue una aventura suculenta, ya que conocí gente espectacular a la que aun recuerdo y con la que compartí momentos singulares. Imagínate que, según la leyenda, el espíritu de un guardia civil rondaba los sótanos donde estaba el centro de operaciones (donde me tocaba estar todo el finde), jejeje. Yo nunca lo vi, pero el camino desde la superficie, los pasillos y las entrañas de la antigua terminal hacia el centro de control, dejaban volar la imaginación de manera descomunal, y desde luego un temor exagerado a que se aparezca el guardia civil, jajaja.

Un día, aun no terminaba el colegio, llegó mi primo José, al que no veo hace muchos años, quien por aquel entonces tenía a su cargo la construcción de un complejo deportivo en “Collique”, una zona alejada al norte de Lima que por aquellos años no era lo que es hoy en día. Serán pues unos 24 años atrás. Llegó a casa de mis tíos, donde yo vivía por aquel entonces, y me dijo que lo acompañara a “la obra”. El es militar de carrera, y era una obra que estaba ejecutando el ejercito por aquellos años. Aprendí de la mano de sus soldados, a manipular una retroexcavadora, casi me mato intentando conducir la motoniveladora, y casi me cuelgan por hacerlo sin permiso, jejeje. Viví una experiencia enriquecedora, al tener que estar en la obra durante semanas del verano -mientras mis amigos salían e iban a la playa- con mi primo y sus soldados. Creo que entre mi tío y el, querían incitarme a la vida militar ya que por aquel entonces la familia me veía un poco “perdido”, pero desde luego eso no iba conmigo (aunque luego intentará pertenecer a la marina de guerra, jejeje; eso ya es otra historia). Recuerdo que durante la obra aquella comíamos en un “comedor popular” por donde mucha gente pasaba en fila para recoger comida gratis. No lo sé exactamente, pero creo que comíamos por la caridad del poblado ya que no vi nunca a nadie pagando nada. Mi primo, hoy en día, debe estar muy cerca a ser general del ejército si no lo es ya. Averiguaré, jejeje. Siempre lo recuerdo con nostalgia.

Ese espíritu aventurero, siempre me llevó a decir que si a muchas cosas (todas buenas y provechosas), y me regaló grandes y memorables momentos en más de un lugar de este mundo tan ancho como ajeno.

Un día en Londres, volviendo de estudiar, el dueño de la pensión donde vivía me pidió que le echara una mano con la escalera. El hombre, algo mayor, estaba pintando una parte de la pensión con mucha dificultad, y al parecer nadie lo había querido ayudar, jejeje. Bueno, solo te contaré que terminé pintando yo (como pude, la verdad), y luego me pagó por ayudarlo con otras labores durante las tardes. Yo feliz, porque además no me cobraba la cena 😊. Compartí momentos curiosos en esa pensión de Glouscester Road, ya que me tocaba compartir habitación con mucha gente de diferentes nacionalidades que iban y venían. Incluso me hice amigo de alguno que otro, como mi amigo Silvano que cuando lo conocí era un estudiante de educación física en su ciudad Lucca (Italia), y que sus padres habían enviado a Londres para perfeccionar su inglés. Hoy en día dirige un equipo de futbol en Australia, aunque su sueño es dirigir al Real Madrid. Sé que algún día lo logrará y me dará pases vip, jejeje.

En alguna ocasión, y lo cuento también con mucha nostalgia, me enviaron a dar mantenimiento a las impresoras y equipos de un campamento minero en “Cerro de Pasco”. Como algunos saben, una ciudad que se encuentra a más de 4,300 metros sobre el nivel del mar, y donde hay que tener un físico (que no tenia ni tengo, ni creo que llegue a tener) apropiado para subir hasta allá. Recuerdo como, antes de desmayarme en el campamento, veía a algunos lugareños jugando futbol mientras yo sentía que iba a morir por una explosión cerebral. Recuerdo con mucha gracia la tarde en la que, saliendo del trabajo, mi jefe por aquel me entonces me llama y me dice “¿conoces Cerro de Pasco?”, y le dije “No. ¿Está bonito o qué?”, y el campeón me dijo “toma 150 soles. Vete al terminal de “yerbateros”, buscas un autobús que te lleve a Pasco, y cuando llegues al campamento me llamas. Hay un trabajo por allá, y la persona que siempre lo hace no está disponible. ¿Está bien o no te atreves?”. Debo reconocer que esta fue una aventura indiscutible, considerando todo lo que me tocó vivir durante esos días; sin embargo, hay que reconocer que siendo joven y sin tener mayor responsabilidad de por medio, uno se arriesga muchísimo más. No en vano muchos creen que estoy loco, jejeje. Recuerdo mi entrada solemne a la ciudad de Cerro de Pasco, y el cartel que rezaba “Bienvenido a Cerro de Pasco. Ciudad de machos, no de muchos”. Pero más recuerdo la sensación cuando me enteré de que el campamento estaba como media hora antes de la ciudad, y que me había bajado en la parada equivocada, jejeje. ¡¡Qué recuerdos!! =P

Un amigo de mis años en España, Luis Ignacio, siempre hace referencia al discurso de Steve Jobs respecto a “unir los puntos”. Es una situación algo curiosa, pero cuanta razón tenia el hombre en ese sentido. Mientras que las cosas te van pasando, o mientras las vas viviendo, en ocasiones no tienen gracia ninguna, o lo pasas mal durante algunos momentos; sin embargo, cuando el tiempo ya pasó y miras hacia atrás, todo parece cobrar sentido y todo parece haber tenido un verdadero porqué en tu esencia como persona, como profesional, como padre, como hijo. Todo. Es curioso, pero es verdad. Hay que vivir la vida a tope, no dejarte nada por hacer y experimentar, dentro de lo que cabe, en cada oportunidad que se te presente.

¿Aventuras? Tengo para regalar y aun me quedarían miles. En diferentes idiomas, en diferentes países, pero todas siempre con el mismo personaje: yo. Todo lo que llevas en la mochila te hace quien eres. Todo lo que vives, para bien o para mal, te hace sentir y valorar las cosas de una manera particular. La libertad de espíritu, más que otras, es la que te permite volar y llegar a donde se te antoje. Tener cosas es bueno y bonito, gozar de lo material y de una “buena vida” es el sueño de muchos, pero ser consciente de que eso no te hace quién eres, es lo que realmente te hace rico en todo sentido.

Como dice una frase por ahí “para qué buscar ser como otros, cuando puedes ser tu mismo”. Una frase que deberíamos tener todos en el ADN.

Bueno, ahora si te dejo que me toca preparar mi clase de la noche.

¡¡¡Que tengas un buen día!!! 😊

Facebook
Twitter
LinkedIn