Dependiente o independiente ¡¡Tú me dices!!

Llevo unos días dándole vueltas a varios temas relacionados con la situación actual de nuestro país y, como siempre hago, he llegado a la conclusión que todo esto sería de mayor provecho si se pudiera llegar a más y más gente. Principalmente porque veo tantos y tantos jóvenes talentosos sueltos por ahí, perdiendo y desperdiciando los mejores años de su vida en un escritorio y sin mayor meta que el acumular años, y con suerte llegar a ser “alguien” dentro de una organización para la que (de manera evidente) no son más que un número. Sin duda habrá quienes piensen que la estabilidad laboral es algo interesante, que te permite organizarte y seguir un camino sin mayores riesgos, y tienen razón.

Con el camino que llevo a cuestas, con mis 20 años trabajando en serio para salir adelante, de los cuales dediqué unos 12 a trabajar como parte de importantes organizaciones, y de donde me quedé con las mejores emociones y experiencias que pude, te diría que algo del camino me conozco, y que la otra cara de la moneda me la sé bastante bien.

Es muy gratificante cuando te sientes parte de una gran organización, cuando sabes que eres un elemento relevante dentro de un equipo de personas enorme, y con los que pasas la mayor parte de tu vida realmente. Es gratificante sentirte parte de algo, y mucho más el sentirte una pieza clave; sin embargo, ¿Te has preguntado qué pasaría si no estuvieras? ¿Crees tú que el mundo se detendría?, o ¿que por el contrario serías reemplazado más antes o más después? Las organizaciones se adaptan y readaptan permanentemente a los cambios, y para bien o para mal somos parte de un todo más grande que, en muchos casos, nuestros propios sueños.

Nos crían para caminar en la vida de esta manera: ve al colegio, ve a la universidad/instituto, busca un trabajo, especialízate, gana dinero, cásate, gana años, ten hijos, hazte viejo, jubílate y disfruta de lo que te quede de vida. Si tienes algo de “suerte”, viajes algo durante el camino, ahorres algo de dinero (si viajas poco). Ten en cuenta que la mitad del camino entero, también con algo de suerte, lo harás acompañado por tu pareja, hijos quizás, hipoteca, colegios, universidades, gastos extras y otras cosas que llegan de la mano; para que conforme pasen más los años, tú dejas de tener la fuerza de los 20 años, tus responsabilidades se han multiplicado por mil, y lo que antiguamente te pareció gratificante e interesante, pasó a ser tu mayor dependencia. Deja la estabilidad, el sueldo, el cargo, la antigüedad y todo lo demás, con tanta responsabilidad encima. Difícil no, dificilísimo.

Ahora bien, yo fui descubriendo con los años que a muchas personas les había pasado lo mismo, y que no era simplemente una tendencia, sino que estábamos programados para que así fuera, y para caminar hacia dicha “meta” sin cuestionarnos nada más. Así pues, empecé a plantearme las cosas de otra manera. Una que me ayudara con esa desesperación que siempre he tenido en el cuerpo. Esa que siempre que hago lo mismo por mucho tiempo, me empuja a querer cambiarlo todo y a innovar para generar cosas y servicios poco vistos, o maneras de entregarlos muy diferentes a las del resto. A qué conclusión llegué, pues te cuento:

Un jefe me dijo una vez “¿Qué prefieres, ser cabeza de ratón o cola de león?”, ya que yo vivía reclamando en todo momento que TENÍAMOS que hacer más cosas, y que, si no eran iniciativas de la empresa, pues DEBÍAMOS buscar la manera de llevarlas a cabo, o HACER que la directiva (los jefes de mis jefes) se enteraran de que teníamos ideas e iniciativas que podrían mover la aguja del mercado. Sin embargo, nunca conseguía avanzar en ese sentido. No sé, quizás no era el entorno más adecuado, o yo (como descubrí con el tiempo) era más ambicioso o más soñador. No lo sé. Lo que sé es que no puedo con la pasividad, y me desespera ver cómo se desperdicia el talento. Sobre todo, el mío, jejeje.

Así pues, tras mucho batallar empecé a renunciar a la estabilidad, asumiendo nuevos riesgos. Me auto convencí del hecho que solo perdería el trabajo y nada más, pero que si seguía en ese camino perdería mi juventud y mis ganas de luchar. Por ahí dicen que el león que pasa mucho tiempo enjaulado, pierde la furia y las ganas de luchar. Total, 3 o 4 veces al día le lanzarán un poco de carne y listo. Para qué rugir, correr, saltar o demás, si igual comeré y seguiré “viviendo”.

A veces, cuando comento estas cosas entre conocidos, muchos ponen cara de “qué cabrón, cómo nos mata la ilusión”, sin embargo, no se trata de romper las ilusiones de quienes viven felices siendo parte de un engranaje, o de quienes piensan que algún día serán los directores generales de la empresa en la que entraron como practicantes, ya que esa situación no ocurre todos los días, y sin duda no ocurre precisamente porque seas el que más trabaja, o el mejor preparado, 9.9 de cada 10 ocasiones ocurrirá por la mezcla de otros factores, más políticos o personales que de talento y capacidad. Es así, y sin duda más de uno lo ha vivido. Si lo piensas por un segundo, esa meta también tiene un inconveniente respecto a ti mismo. Si no tienes el carácter para “trepar”, pues quizás termines frustrado al ver como muchos, a los que tú consideras inútiles o vagos, suben más y mejor que tú, solo porque tienen un talento que tú no (y que no sé si quieres llegar a tenerlo). En lo particular, yo siempre renuncié a ello.

Siempre tenía la misma discusión con otro de mis jefes, el llamaba “tener mano izquierda” a algo que yo llamaba ser hipócrita y adulador. Sin embargo, él tenía mucha mano izquierda y yo era, y soy, muy directo y sincerote con todo el mundo, ya que es más fácil vivir así. Quien te conoce sabe quién eres, y quienes han vivido lo suficiente prefieren realmente alguien sincero que alguien “sobón” o “pelota”. Es así por necesidad.

Ahora bien, todo ese espíritu no tiene (lastimosamente) cabida en el mundo regular donde nos han dicho que tenemos que desenvolvernos. Así que tienes dos opciones, según como yo lo veo, te adaptas y decides ser feliz con ello, lo que implica aceptar que esa es tu vida y disfrutarla con sus más y sus menos (que no tiene nada de malo, eh. ¿Quién puede decir que la felicidad es la misma para todos? Nadie.); o intentas cambiar el mundo en el que te mueves, y buscas personas igual de locas que tú para trabajar. Gente que no le tenga miedo a los cambios o a los retos enormes. Gente que disfrute con las cosas que no pueden controlar rápida o fácilmente, y con todos ellos intentar hacer todo lo que soñaste. Ojo, deberás crear un entorno y un ambiente que no sea como aquel del que “escapaste”, ya que sino estarías traicionando tus propios principios. Difícil, sí. Gratificante, más que eso.

Hasta aquí, seguro dices “claro, que fácil”. Pues no, no lo es, y de hecho es durísimo y te plantearás mil veces el haber cometido el error más grande de tu vida al decidir dedicarte a volver realidad tus sueños. No te engañes, no todos están hechos para esto. Es así, y de eso no hay duda alguna. Pero esa parte del camino te la cuento en un próximo artículo…

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