2020: El año para hablar de transformación digital, aun cuando no sepas bien qué cosa es.

Llevamos aproximadamente 7 meses encerrados, algunos un poco más. Las cosas lejos de mejorar para la humanidad, en el sentido de la pandemia, parecen complicarse y si bien en algunos lugares las cosas se han estabilizado, en otros están empeorando (tras haberse estabilizado) para posteriormente replicarse por los lugares donde todo estaba “mejorando” a causa de que vivimos en sociedad, aprendemos unos de otros, y que por más que queramos pensar lo contrario, este mundo es muy pequeño y vivimos todos encerrados en la misma esfera. La misma. La realidad parece clara: Esto no va a acabar, y si no aprendemos a vivir con ello, seguiremos encerrados de muchas formas.

Bueno pues, durante prácticamente todos estos días de encierro vengo escuchando mil y un anuncios y argumentos, incluso memes muy ocurrentes, donde aparentemente esta situación no ha hecho más que potenciar o impulsar las iniciativas en “Transformación Digital”, cosa que muchos agradecen y que muchos otros no entienden en realidad. Algunos ya hablan incluso de sociedades 6.0, management 4.5, y muchos otros términos que me resultan algo rebuscados y, por qué no decirlo, bastante oportunistas.

¿Te pusiste a pensar por un momento en que todo lo que está ocurriendo, aun cuando ha sido y sigue siendo muy peligroso para todos, no es más que una nueva condición de nuestro mercado y nuestro mundo? ¿Caíste en que es muy probable que esta no sea ni la primera ni la última ocasión en la que la humanidad completa tenga que enfrentarse a una situación similar? ¿Te has dado cuenta que las cosas siempre han estado en movimiento, y que sea un virus, una ley, una crisis, una amenaza vinculada a la violencia insana de algunos, o a las propias fuerzas de la naturaleza, no es más que una nueva condición a la que tendremos que adaptarnos?

Si por el motivo que sea, el edificio donde vives se cayera, ¿Qué harías? ¿Te quedarías enfrente mirando las ruinas, esperando que algo mágico lo vuelva a construir para poder entrar a descansar? ¿Esperarías quizás a que de tanto desearlo, el tiempo vuelva hacia atrás y tu edificio vuelva a estar ahí? ¿Te quedarías al menos una noche mirando las ruinas? O, por el contrario, si tuviste la suerte de no estar dentro cuando cayó, no te levantarías y empezarías a buscar alternativas para tener donde dormir esa noche, donde refugiar a tu familia, y desde luego, ¿Cómo hacer para conseguir un nuevo lugar donde vivir? ¿Esperarías mucho antes de tomar esa decisión y moverte en busca de no pasar frio esa noche? No lo creo.

Lo más probable es que reaccionaras de inmediato, primero con acciones y decisiones poco razonadas, pero que en unos días ya estuvieras muy centrado en planificar tus siguientes pasos, y te pusieras en marcha para ver cómo organizar nuevamente tu vida, tus cosas y a los que dependen de ti. ¿Por qué? Porque esa es la esencia de la vida, la adaptación, la resiliencia, las ganas de seguir adelante. En eso consiste. Hay una frase que dice “mientras hay vida, hay esperanza”, y aunque me resulta algo cursi, considero que es muy cierta.

Qué pensarías si te digo que lo mismo le ocurre a las empresas y organizaciones. Estas están permanentemente enfrentando cambios en su entorno, en su mercado, en la sociedad. Cambios regulatorios, tributarios, nuevas amenazas de mercado, oportunidades que aprovechar, etc., etc. No existe una empresa con la certeza de no tener nada que cambiar en su plan anual. Todos los días ocurren cosas, cambian cosas, a veces buenas, a veces malas, pero todos los días a las organizaciones nos toca “adaptarnos y seguir”. Si tenías algún plan para el 2020, o si tenías “la estrategia de tu vida” para este año, estoy seguro que más o menos hace unos 8 meses la tuviste que tirar por la ventana y pensar en otra cosa. Como en todo escenario, todo lo que ha ocurrido en el mundo ha afectado positivamente a unos, y negativamente a otros. No olvides que lo que para uno es una amenaza, para otro puede ser una oportunidad. Esto no se trata de ser más o menos optimista, solo es la realidad. No busco consolar al desconsolado, solo busco aterrizar el principio de adaptación que estamos viviendo, y al que muchos están queriendo llamar “transformación digital” aun cuando no es eso lo que persiguen. Si instalaste el moddle y el zoom para dar tus clases en línea, no es transformación digital. Tan sólo es una reacción aprovechando las capacidades digitales para seguir haciendo lo que ya hacías. Si antes lo hacías muy mal de manera presencial, lo único que ha cambiado es que ahora lo haces muy mal, pero en remoto. Nada más. Si ayer tu cliente pensaba que tu servicio era una desgracia, hoy probablemente (al margen de la excusa por la coyuntura) dirá que es una “tele desgracia” pero al menos es un poco más barato.

El uso de la tecnología no te transforma, ni mucho menos mejora las cosas que haces como organización. No es la tecnología en si la que lo hará o la que permita que ocurra. Eso no es transformación. Tú al comprarte un auto de fórmula 1, no te conviertes en “chumager”. Tampoco eres “sexy” como Banderas por ponerte un par de litros de “diábolo”, ¿verdad? Esos serían únicamente cambios cosméticos que se caerían en cuanto vean que conduces como un cavernícola, o que no te pareces a Banderas ni en el blanco de los ojos. Esa parte debe quedar muy clara, o seguiremos pensando que tener un iPhone 15, o hablar por el handsfree, o contestar una llamada en el Smartwatch, nos hace “tecnológicos o vanguardistas”. No seamos ingenuos.

Si eso no funciona con nosotros, ¿por qué crees que con las empresas sería diferente? En una organización primero debemos centrarnos en saber qué pasa fuera y a los costados. Es decir, qué ocurre a nuestro alrededor, en esa parte que no manejamos llamada “la sociedad”. Si tu sociedad es más o menos informal, rara, violenta, inestable, etc., entonces tu mercado también lo será. Recuerda que el mercado se compone de las personas que lo conforman (las empresas se componen, aun, de personas). Entonces, si tu mercado es una verdadera locura, tendrás que analizar muy bien a qué grupo de personas te quieres dirigir, qué tipo de personajes serán tus clientes, a quienes apuntarás a la hora de ofrecer tus servicios. Cuando lo tengas claro, entonces tendrás también las características de dicho grupo, y más o menos claro lo que buscan o quieren concretamente. En ese momento, y no antes, es posible que puedas comparar muchas otras cosas como “quien más podría satisfacer dichas necesidades” o “quien podría hacerlo mejor que yo”. A partir de ese momento entonces empezarás a pensar si tu manera de hacer y ver las cosas es suficiente para atender a ese público y a la vez no sucumbir ante las amenazas inherentes a una economía de libre mercado (a la competencia, pues).

Tras analizar el mercado y las necesidades de tus potenciales clientes, pueden pasar dos cosas:

  1. Con lo que hago y vengo haciendo desde hace mucho, puedo seguir satisfaciendo la demanda sin ningún problema, y probablemente siga siendo líder de mi mercado, o
  2. Lo que me ha funcionado toda la vida, ahora ya no vale para nada y tengo que hacer algo de inmediato o desapareceré. Recuerda siempre que tu mercado no se parece a ningún otro, ya que Colombia, Alemania, Japón o Perú, son sociedades extremadamente diferentes entre sí, y las fórmulas que funcionan allá, no funcionan necesariamente por acá (y viceversa). No lo olvides: “sociedad diferente, mercado diferente, cliente diferente, necesidades (muy probablemente) diferentes”.

Supongamos que nuestra situación es la número 2. Entonces, a partir de ese momento habrá que iniciar el camino para adaptarnos rápidamente. ¿Por dónde empiezo? ¿Busco una nueva, moderna y súper marketeada tecnología? No. El orden iría más o menos así:

  1. Lo primero es analizar mi modelo de negocio, ver cómo y qué debo cambiar para poder alinearme a lo que ahora se requiere de mi organización (y de qué manera debo llegar a esos potenciales clientes).
  2. Es muy probable que los cambios que tenga que realizar para el paso “A”, me lleven a tener que modificar mi cultura organizativa (la forma en la que hacemos las cosas, y lo que aceptamos como “bien hecho o normal” dentro de la empresa).
  3. Es más que probable que los cambios que requerirá nuestra cultura organizativa nos lleven a la necesidad de aprender nuevas cosas. Quizás a establecer nuevos estilos de gestión, comunicación, colaboración, etc. Es seguro que nuestras habilidades y competencias vigentes tendrán una brecha con lo necesario para el paso “B”, y habrá que cerrarla.
  4. …y, por último y nunca antes, con las conclusiones, objetivos y puntos de vista establecidos durante los pasos ABC, podremos ponernos a pensar en qué tecnología, plataforma o aplicación, pueden ayudarnos a poner todo esto en marcha y hacerlo sostenible en el tiempo.

Lo importante es entender que nuestra tan mentada “transformación digital” no es más que una más de las adaptaciones que nuestra empresa tendrá que afrontar, y que sin desmerecer lo interesante de la época y la coyuntura en la que llegó la “industria 4.0”, el ponernos exquisitos y no ver con claridad que no es algo nuevo, nos puede traer problemas.

¿Cómo se afronta la Transformación Digital sin mayores dolores de cabeza? Entendiendo que es un cambio, sí. Pero entendiendo que ese cambio pasa primero por organizar la casa, la cultura y el comportamiento, antes que automatizar el desastre o convertir tu mediocre servicio en un servicio “tele mediocre” más barato. ¿Te hablé de los procesos? Ah, pues eso para la próxima. Pero sí, son lo más importante aquí.

Si decides apostar por una iniciativa de Transformación Digital, lo primero es prepararte para entender que necesitas una estrategia, una visión global, una perspectiva de negocio, y mucha paciencia y buen humor. Todo el que te diga que esto se soluciona “mágicamente” por el uso de tal o cual tecnología, te está mintiendo. Primero organízate y luego transfórmate en lo que quieras, ya que no hay límites para una empresa que se encuentra realmente organizada.

Gracias por haber llegado hasta aquí. ¡Que tengas un gran día!

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